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Hacia un trabajo de campo más inclusivo

La docencia me ha permitido muchas cosas, comprobar lo que realmente sabía y lo que no, pensar maneras de transmitir el contenido, buscar cómo transmitir la suerte que es poder hacer trabajo de campo, vivir, aunque sea de prestado durante un tiempo otras vidas. Es sin duda una actividad muy estimulante, con la que no paro de aprender. He tenido la suerte además de encontrarme con alumnas generosas que me hacen replantearme algunas de las cosas que enseño en la asignatura de Técnicas de Investigación en Antropología Social. Una de ellas es la de cómo podemos repensar el trabajo de campo de tal manera que pueda dar cuenta de la diversidad existente de etnógrafas, teniendo en cuenta que aún subyacen ciertos ideales o estereotipos del trabajo de campo como muestran las posturas feministas, decoloniales o la crítica al capacitismo:

Justamente desde esta última crítica, la del capacitismo, resulta interesante revisar lo que hay sobre etnógrafas neurodivergentes. Para empezar constatamos que la neurodivergencia aparece en la literatura antropológica como tema de estudio y no como condición de producción de conocimiento. En los pocos casos en los que aparece de esta segunda manera lo hace desde producciones auto-etnográficas en su mayoría hechas por mujeres. No podría recomendar más el trabajo sobre el trastorno bipolar de la antropóloga Emily Martin (2007) Bipolar Expeditions. Mania and Depression in American Culture. Princeton: Princeton University Press.

Termino esta breve entrada con la reflexión de que el capacitismo impregna asunciones sobre el trabajo de campo y que necesitamos pensar métodos más accesibles para esta diversidad de etnógrafas como puede ser la etnografía digital, el uso herramientas digitales, la etnografía en silla de ruedas, el cuestionamiento del imaginario trabajo de campo como actividad solitaria, la etnografía a retazos, etc.

Como dice Erin Durban:

The figure of the normate is an assemblage of “unmarked” powerful subject positions that aligns with the qualities of a small minority of actual people: white, man/masculine, Protestant/Christian, heterosexual, married, urban, parent, etc […] valued qualities indicating an able bodymind: fit, independent, not calling attention to itself, healthy enough to overcome illness and indulge in vices—like smoking and drinking—that promote socialization, hypermobile and adaptable, capable of fine-tuning for sensory enhancement, and possessing the capacity for overwork […] the field worker [being] portrayed as an obsessive and efficient research animal—a workaholic—who rises at the cock’s crow to begin what is perhaps a 12-or 14-hour day, whether or not that matches anyone’s reality (Durban 2021: 19).

Erin L. Durban (2021) Anthropology and Ableism. American Anthropologist 124: 8-20.