Recibo estos días constantes invitaciones a participar con reflexiones, apuntes y notas sobre la situación de confinamiento debido al COVID-19 en la que nos encontramos. Veo académicos (habitualmente hombres) aprovechar estos momentos de cuarentena para poner en marcha interesantes proyectos de recolección de datos sobre lo que está pasando. A mi inicial malestar y auto-cuestionamiento sobre mi aparente falta de capacidades organizativas que hacen que no sea capaz de normalizar una situación excepcional y que se traducen en la absoluta imposibilidad de seguir trabajando como si nada en mis tareas académicas y docentes a la vez que cuidado de mi hija de dos años encerrada junto a mi en casa, le acompaña cada vez más la certeza de que volvemos a olvidar que cuidar es absolutamente imprescindible y que cuidar requiere tiempo, esfuerzo, presencia y saber hacer.
Cuidado por los y las estudiantes a quienes doy clase, con el consiguiente esfuerzo emocional y de tiempo necesario para recoger y acomodar sus necesidades en este momento.
Cuidado por las necesidades básicas de mi hija (ir a comprar y hacer la comida para alimentarnos, mantener niveles de orden y limpieza vivibles, dormirla, y otra miríada de acciones necesarias e invisibilizadas) pero también de su bienestar emocional en una situación que es especialmente dura para una niña de dos años que de un día para otro deja de poder salir a jugar al parque.
Cuidado por las compañeras y colegas en las que estoy en proyectos y que están pasando por momentos vitales duros.
Cuidar requiere estar, es puro proceso.
Si hace tiempo aprendí a desconfiar de currículums desproporcionadamente brillantes (y es cierto que he conocido personas que tienen esos currículums y no practican ninguna de las prácticas despreciables de abuso y pillaje con las que inflan sus méritos), esta crisis me está enseñando a repensar qué puede (o no) haber detrás de quienes rápidamente son capaces de proponer reflexiones sesudas e iniciar proyectos interesantes. Y si están para eso, ¿para qué no están? ¿A quiénes no están cuidando? No es baladí la cuestión. De hecho toca los cimientos mismos de un sistema que se basa en el resultado sin importar los procesos. En el finalismo del capitalismo que busca producir más y más barato sin importar cómo se lleve a cabo esa producción. En la academia que se guía por número total de publicaciones e índices de impacto y que es incapaz de incorporar medidas sobre el cómo se ha desarrollado la investigación en la relación con las personas con las que trabajamos, dentro y fuera del mundo académico. A mi el “qué” cada vez me dice menos sino va acompañado de información sobre el “cómo”. Cada vez estoy más enfocada en los procesos. Porque si lo pensamos, no hay objetivos en la vida, en el fondo, esta es única y exclusivamente proceso.