Monthly Archives: June 2018

Aquí huele a capitalismo

Me decía un amigo que había vivido en Suiza en los tiempos de la emigración española a Europa allá por los años sesenta, que entonces eran los españoles los que olían mal. Obligados a vivir hacinados en condiciones precarias, el gueto español desprendía olor a chorizo y cebolla. Décadas después estas representaciones parecían no haber existido y la convivencia con esos migrantes del sur de Europa en los paises europes como Suiza o Francia se presentaba como libre de tensiones. En 1991, el entonces alcalde de París y futuro presidente de la república francesa Jacques Chirac hizo un polémico discurso en el que, además de la ya clásica referencia acusadora a la supuesta buena vida que se ve que da vivir de las ayudas sociales, mencionaba el ruido y el olor [le bruit et l’odeur] que salían de las casas de algunos inmigrantes en Francia como un motivo que justificaba las quejas racistas de algunos trabajadores franceses (blancos). El discurso no tiene desperdido. Entre otras cosas decía Chirac que “Puede ser verdad que no hay más extranjeros que antes de la guerra, pero no son del mismo tipo. Es cierto que había españoles, polacos y portugueses trabajando aquí, pero eso generaba menos problemas que tener musulmanes o negros”. El mal olor que se atribuía a les espagnoles  desaparece de los registros sustituído ahora por el de los inmigrantes árabes y africanos. De hecho, en cada momento, los cuerpos explotados en trabajos físicamente demandantes, huelen siempre a sudor, indendientemente de lo limpios que en realidad estén, porque el olor es un marcador simbólico: oler es estar sucio, tanto física como moralmente.

Puedes seguir leyendo el texto aquí está el texto original publicado en La Directa (en catalán): https://directa.cat/fa-olor-de-capitalisme/

En español en el blog del Observatorio de Antropología del Conflicto Urbano: https://observatoriconflicteurba.org/2018/07/31/huele-a-capitalismo/

Identidades en resistencia: Daniela Ortiz y Sirin Adlbi Sibai

MICROHISTORIAS DE LA DIÁSPORA: IDENTIDADES EN RESISTENCIA
Un proyecto de La Virreina Centre de La Imatge con el apoyo de Pla Barcelona Interculturalitat. Comisariado por Tania Adam

Microhistorias_Diaspora

Maternidad, alegría, fuerza, luchas por ser y existir de manera digna, preguntas de otra manera, respuestas en construcción y lucha, complicidad, apelaciones más que necesarias a la euroblanquitud, creadoras de discursos de una lucidez tan escasa como necesaria en estos tiempos que corren. Tres mujeres racializadas increíbles, Daniela Ortiz, Sirin Adlbi Sibai, y Tania Adam, con unos de los discursos más potentes que existen en este momento en el panorama español. Unas mujeres que luchan con sus palabras y discursos pero por desgracia teniendo que poner literalmente el cuerpo, jugándose la integridad física y emocional dadas las violencias de todo tipo (como mujeres, como cuerpos racializados, como sujetos coloniales) a las que son sometidas. Muy agradecida a la lucidez de estas personas, que no tienen el lujo de poder poner solo sus ideas, sino que también ponen el cuerpo y la vida al cuestionar las estructuras racistas coloniales profundas sobre las que se asienta nuestra sociedad.

Es un honor poder escuchar a personas como Daniela Ortiz o Sirin Adlbi Sibai. Totalmente necesarias sus llamadas de atención hacia la blanquitud. Apelándonos de manera directa a quienes tenemos el privilegio de poder pensar desde la comodidad de no jugarnos nada más allá del trabajo o cierta tensión familiar. Gracias de corazón por la infinita generosidad de personas como ellas que comparten en este tipo de foros sus ideas. Y qué diferente de las lógicas académicas actuales en las que impera la competencia, el no compartir las ideas por miedo a que sean robadas, cautivas por las dinámicas empresariales del sistema de publicaciones científicas. Porque no nos engañemos, ahora mismo la academia ha perdido su papel de crítica social y fines transformadores, si es que alguna vez los tuvo. Es en los movimientos sociales de personas racializadas contra el racismo, desde los otros feminismos o feminismos no hegemónicos, es en la lucha contra la islamofobia, o el antigitanismo, desde donde en la actualidad se cuestionan de manera más articulada y feroz las estructuras de dominación sobre las que se asienta nuestra sociedad. El conocimiento que se crea desde esos espacios, esas otras maneras de mirar que por desgracia y como ellas mismas denuncian, son en demasiadas ocasiones apropiados, tergiversados y mercantilizados por algunas personas del mundo académico que han/hemos hecho del “expertismo” nuestro modus vivendi.

Trabajando en migraciones hace tiempo que comenzó mi incomodidad con el extractivismo epistemológico pero también económico que llevamos a cabo desde los entornos académicos. Cada vez estoy más convencida que mi papel en la lucha anti-racista (si es que es alguno) pasa por reenfocar mis capacidades de análisis hacia conceptos y procesos sociales como el de autoctonía, la blanquitud, el racismo o la construcción del nosotros. Dejar de poner el foco en las personas con (ciertos) procesos migratorios a las espaldas y enfocarnos en esos supuestos “autóctonos” y en los mecanismos de diferenciación que posibilitan que ciertas personas sean construidas como otros indeseados.

Are women less mobile than men?

The State ideology, says Deleuze and Guattari, has the “pretension to be a world order, and to root man” (1980: 24). And I add, to root women as well.  The rooting process resulting from the sedentary logic of the nation state, does not deploy its effects homogeneously over the whole population. Who is perceived as mobile and whose mobility is considered socially abnormal is a highly gendered issue. As Carla Freeman states “travel, with its embodiments of worldliness, adventure, physical prowess, and cultural mastery, is widely constructed as a male pursuit” (2001: 1018). Gender ideologies of what being a woman versus being a man entail are key to understand the differential representational processes women and men are subjected to regarding immobility. There are many studies, particularly in Mexico and other places where migration is prevailing and there is a “culture of migration” in place, which show how men are expected to migrate in order to become fully members of their community, while women are expected to stay put and wait for their male relatives to return. The sedentary logic of the nation state, which normalizes immobility, couples with a patriarchal ideology which aims to control and regulate women’s behaviour. The intertwining of both ideologies, roots women more deeply than men. As Jaume Franquesa states “power is not so much an attribute of the “mobiles”, but an attribute of those who can decide who is mobile and who is immobile” (2011: 1024). Such power is exerted through the gendered social desirability of mobility and immobility, with the construction of female mobilities as an exception.

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Women are often portrayed as rooted to the soil, charged with the physical and cultural continuity of the group. They are expected to give birth and to pass on the central values of the group to their offspring. Because of this frequent association between women and roots/soil, the relationship between being a woman and not migrating is naturalized: female immobilities are socially constructed as natural. Women, particularly those with children, who fail to comply with this imaginary, are discredited as denaturalized and bad mothers.

In Ecuador, and this is well-known for anyone working on migration in the Andean region, men have been migrating to the US for decades. When women started to migrate internationally as pioneer migrants to Europe in 1990s, there was an upsurge in catastrophic discourses about the risks of family disintegration brought about by women’s migration. Migrant women were nationally portrayed as bad mothers, contrary to migrant men who have been traditionally portrayed as entrepreneurial selves. In a context of acute economic crisis, I found in my research in Ecuador that in many cases, women had to resort to international migration in order to make a living for their children because of men not taking care of their family responsibilities. But still, migrant women were portrayed as bad mothers. Gender ideologies are key in shaping the process of stating who is desired to stay put, which in turn influences who is perceived as immobile. I found something similar in Mexico. Although women in the village of Zacualpan have been migrating for decades for family reasons, to study, and even to work as unqualified and qualified workers (domestic workers, teachers, etc.), their mobility was still presented as an exception.

The logic of the nation-state permeates much of the academic work on mobility and human migration of the recent decades. It means that too often studies have taken the limits and categories of the nation state as units of analysis. Although this idea goes a long way back, in Migration Studies it has been best articulated by Andreas Wimmer and Nina Glick Schiller, with the concept of methodological nationalism. To put it simple, methodological nationalism is to take the nation-state units as our units of analysis without thinking previously if such units are relevant or not for the specific research project. By doing so, some realities are obscured while some others are brought to the front. For instance, taking the State borders as the natural delimiters of our research units, zooms in on the mobility patterns more often followed by men while hiding women’s mobilities. In Mexico, as in many other locations worldwide men have traditionally outnumbered women in international migration. The academic importance given in the last decades to international migration has contributed to overshadowing the mobilities women more often engaged with. Already in 1885, Ravenstein, one of the pioneers of Migration Studies, stated in his Laws of Migration that: “woman is a greater migrant than man. This may surprise those who associate women with domestic life, but the figures of the census clearly prove it […] women certainly are greater migrants than men, but they go shorter distances”. The academic importance given to international migration has gender-biased our understandings of mobility. By overshadowing mobilities more often followed by women, women’s mobilities have been socially constructed as more unusual than men’s. By constructing women’s mobilities as exceptional, women become rooted.

To read more:

Mata-Codesal, Diana (2017) Gendered (Im)mobility: Rooted Women and Waiting Penelopes. Crossings: Journal of Migration and Culture 8(2): 151-162.

Mata-Codesal, Diana (2015) Ways of Staying Put in Ecuador. Social and Embodied experiences of mobility-immobility interactions. Journal of Ethnic and Migration Studies41(14): 2274-2290.