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CfP Panel sobre Fenomenología en Antropología
S-1 ENFOQUES FENOMENOLÓGICOS: SU PRESENCIA Y ALCANCE EN LA ANTROPOLOGÍA IBÉRICA
Coordinación:
Diana Mata Codesal
Universitat de Barcelona/ICA
dianamata @ ub.edu
Carlos Diz
Universidade da Coruña/AGANTRO
carlos.diz @ udc.es
Simposio dual:
- Parte clásica de presentaciones.
- Parte paseada para reflexiones metodológicas a partir de la in/movilidad del cuerpo.
Como indicaran Desjarlais y Throop (2011), la investigación antropológica fenomenológicamente orientada ha crecido en las últimas décadas. Los enfoques fenomenológicos en antropología no conforman un corpus homogéneo, ni en sus referentes ni en sus concreciones analíticas, siendo aplicados en variedad de temas: la experiencia del dolor (Le Breton 2019), la experiencia corporizada de la diferencia (Ahmed 2007), el pensamiento encarnado (Rosaldo 1984), las técnicas y habilidades (Ingold 2000), el cuerpo en movimiento (Spinney 2006), la materialidad incorporada de la alimentación (Mata-Codesal y Abranches 2017), la relación (metodológica) con el entorno (Ruiz-Ballesteros y Valcuende 2020), o la experiencia vivida del ”fuera de lugar” o displacement (Jackson 1995), formas todas de estar-en-el-mundo y habitarlo (o no) desde una intersubjetividad encarnada. Se descentra el sujeto en un “giro hacia fuera” (Ahmed 2019) que difumina las fronteras (supuestamente) nítidas entre el yo y el/lo otro para enfocarse en procesos de inmersión, cohabitación y co-constitución mutua, cada vez más visibilizados en un mundo de interdependencias múltiples.
La percepción y la experiencia aparecen como ejes centrales de la aplicación fenomenológica en antropología (Ram y Houston 2015). Dos elementos destacamos como pivotantes: 1) el interés por una existencia somática en, desde y hacia el cuerpo, el cual 2) se encuentra inmerso en el entorno, habitando el mundo, como condición inescapable de su existencia (Ingold 2000).
De particular interés ha sido el enfoque fenomenológico en investigaciones donde cuerpo y sensorialidad son centrales. Desde el interés temprano por las técnicas del cuerpo apuntadas por Mauss (1936), continuadas por Bourdieu en su habitus (1998) y ampliadas en la sociología carnal de Wacquant (2004), el cuerpo ha pasado de ser un “objeto” de estudio relevante para la antropología “clásica” (Douglas 1996) a ser el agente central en las relaciones cuerpo-mundo (Csordas 1990; Diz 2018), algo palpable en la antropología feminista (Esteban 2004). En paralelo a esta antropología del cuerpo encontramos los desarrollos de la antropología sensorial (Howes 2014), desde sus primeros pasos (Stoller 1989) a sus ejercicios etnográficos actuales (Pink 2015). Lo sensorial como relación con el mundo se culturiza y abre camino a trascender dicotomías asentadas (afuera-adentro, mente-cuerpo, yo-otro, razón-emoción, humano-no humano…).
Ese cuerpo sensible se abre al mundo y a los demás en un entrelazamiento (entanglement), incorporación (embodiment), y emplazamiento (emplacement), elementos procesuales que remiten a una relacionalidad constituyente. Esta relacionalidad nos sitúa ante la pregunta por las fronteiras, que los enfoques fenomenológicos difuminan y a la vez estiran, contestan y a la vez constatan, conscientes de las asimetrías que las recorren y permean.
En este simposio queremos calibrar el alcance de los enfoques fenomenológicos en las investigaciones antropológicas llevadas a cabo en la península ibérica. Nuestra intuición es que enfoques de este tipo subyacen en investigaciones antropológicas de temática diversa, aunque este andamiaje, teórico a veces, metodológico otras, no es siempre explícito. Sentimos que la dispersión temática da lugar a una fragmentación teórica y un aislamiento de investigadoras/es que limita el auto-reconocimiento de aquellas/os que utilizamos enfoques fenomenológicos. Este simposio pretende ser un punto de encuentro y diálogo entre materiales empíricos diversos, pero que comparten guías teórico-conceptuales que beben de postulados fenomenológicos y se interesan por “los-mundos-de-la-vida” y la experiencia encarnada del estar, con otros/as, en el mundo.
Para complementar esta puesta en común en formato de presentaciones, proponemos una segunda parte del simposio experimental y en forma paseada, donde no se requerirían elementos técnicos en particular. A partir del cuerpo en movimiento y la activación perceptiva de los sentidos, proponemos generar crítica y colectivamente reflexiones metodológicas sobre la relación cuerpo-entorno, sin olvidar las posibles exclusiones que este tipo de propuestas podrían generar para algunos colectivos.
Un listado no exhaustivo de temáticas posibles incluiría investigaciones sobre:
- Sensorialidad de la experiencia vivida
- Paisajes sensoriales (sensescapes)
- Percepciones “alteradas”
- Dolor
- Encarnación de la diferencia y la alteridad
- Habilidades, saberes, conocimientos encarnados
- Movimiento e in/movilidad
- Alimentación
- Técnicas y tácticas del cuerpo
- El cuerpo y la sensorialidad en relacionalidades híbridas y/o más-que-humanas
- Tecno-ecologías del cuerpo
Idiomas:
castellano, gallego
Referencias:
Ahmed, Sara (2007) “Phenomenology of whiteness”. Feminist Theory 8(2): 149-168.
Bourdieu, Pierre (1994) “Structures, Habitus, Power: Basis for a Theory of Symbolic Power”. En Dirks, N. et al. (eds.) Cultures, Power, History. Princeton: Princeton University Press.
Csordas, Thomas (1990) “Embodiment as a paradigm for Anthropology”. Ethnos 18(1): 5-47.
Desjarlais, Robert, y Jason Throop (2011) “Phenomenological approaches in anthropology”. Annual Review of Anthropology 40: 87-102.
Diz, Carlos (2018) “Tácticas del cuerpo: activismo y resistencia en la ciudad en crisis”. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares LXXIII(1): 127-152.
Douglas, Mary (1996) Natural Symbols. Londres: Routledge.
Esteban, Mari Luz (2004) Antropología del Cuerpo. Barcelona: Bellaterra.
Howes, David (2014) “El creciente campo de los estudios sensoriales”. Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad 6(15): 10-26.
Ingold, Tim (2000) The Perception of the Environment. Essays on Livelihood, Dwelling and Skill. Londres: Routledge.
Jackson, Michael (1995) At Home in the World. Durham: Duke University Press.
Kalpana, Ram y Houston, Christopher (2015) Phenomenology in Anthropology. Bloomington: Indiana University Press.
Le Breton, David (2019) Antropología del Dolor. Madrid: Metales Pesados.
Mata Codesal, Diana y Abranches, Maria (2017) Food Parcels in International Migration. Londres: Palgrave.
Mauss, Marcel (1936) “Les Techniques du Corps”. Journal de Psychologie 32(3-4): 365-386.
Pink, Sarah (2015) Doing Sensory Ethnography. London: SAGE.
Rosaldo, Michelle (1984) “Toward an Anthropology of self and feeling”, En Shweder, R. y Levine R. (eds.) Culture Theory: Essays on Mind, Self and Emotions. Cambridge University Press.
Ruiz-Ballesteros, Esteban y José María Valcuende (2020) “Cuerpos en el entorno: Reflexiones para una etnografía de las percepciones ambientales”. AIBR 15(1): 105-128.
Spinney, Justin (2006) “A place of sense: a kinaesthetic ethnography of cyclists on Mont Ventoux”, Environment and Planning D: Society and Space 24(5): 709-732.
Stoller, Paul (1989) The Taste of Ethnographic Things. Philadelphia: University of Pennsylvania Press.
Wacquant, Loïc (2004) Entre las cuerdas. Madrid: Alianza.
Experiencia encarnada de estar en el mundo
Por fin he podido poner un poco de orden en todo lo que ando leyendo y pensando en los últimos años sobre movilidad, cuerpo y sentidos en torno a la idea fenomenológica básica de la co-producción de la experiencia encarnada de estar en el mundo.
Llegué a la fenomenología buscando una base teórica para algo en lo que llevaba trabajando desde que empecé en la investigación, con mi trabajo para la tesis de master y cómo la alimentación activaba, también corporalmente, experiencias del hogar en personas que lo habían dejado atrás al iniciar procesos migratorios. Con el tiempo amplié esa investigación sobre los paisajes alimentarios de migrantes ecuatorianos en tres espacios bien diferentes, el barrio de Queens en EEUU donde existía una importante población ecuatoriana, el caso de Londres donde en el momento de la investigación había muy pocas personas ecuatorianas residiendo pero donde hay comunidades migrantes asentadas que permiten aplicar técnicas de pick-&-mix gracias a los recursos alimentarios de estos otros grupos, y el caso de la ciudad de Santander donde no había ni una presencia ecuatoriana importante ni de ningún otro grupo migrante hace una década.
Durante el trabajo de campo en los Andes ecuatorianos para mi investigación doctoral escribí un pequeño texto sobre cómo el cuerpo también se vino al campo conmigo, algo sobre lo que no había leído en mi preparación para hacer trabajo de campo. Y os aseguro que leí de manera obsesiva, como una manera de compensar el miedo que tenía por ser una persona muy tímida a no ser capaz de hacer trabajo de campo. Me extrañó la ausencia del cuerpo, los sentidos, en todo lo que leía, como si fuera algo obvio que no requería reflexión, algo sobre lo que por suerte cada vez hay más antropólogas que escriben y reflexionan. En mi caso fue gracias a elementos profundamente sensoriales y corporizados que pude generar relaciones de reciprocidad y mayor horizontalidad, un reconocernos corporal frente a todas nuestras otras diferencias. Fui honesta en el texto que escribí, hablando de aspectos que a mi en ese momento me resultaba difícil mostrar, pero algo de lo que a día de hoy no me arrepiento.
A mi interés por la alimentación que dio lugar a varias publicaciones más se unió el interés por el olor en una confluencia entre lo personal y lo académico, aunque siempre me pregunto si en antropología se puede hacer realmente esta distinción. Mi pareja padece anosmia congénita y en el momento de llevar a cabo el trabajo de campo en un barrio de Barcelona yo estaba embarazada, con lo que tenía aún más afinado un sentido del olfato que ya de normal tenia bastante entrenado. Ese texto, que dediqué a mi hija Elia, es una de los que más he disfrutado dándole forma.
Todas estas vivencias encarnadas eran para mi sin duda de lo que está hecha la vida, social y mamífera de los humanos. Leí mucho, obsesivamente, y disfruté tremendamente las etnografías así como los estudios históricos de los estudios sensoriales y de la etnografía sensorial. A esto se unió que tuve la suerte de dar clase de antropología durante un par de cursos a estudiantes de Bellas Artes. Aunque fueron los años de las restricciones por la covid19, en los que el uso obligatorio de la mascarilla y la distancia social interrumpían la continuidad de la sensorialidad de la vida a la que estábamos acostumbradas, esa misma interrupción brusca hacía “visible” la parte sensible de nuestra experiencia diaria que habitualmente se encuentra “invisibilizada”. Tuve la suerte de que la propuesta pedagógica que les hice de aplicar técnicas que utilizamos en la antropología para que aprendieran haciendo el uso de técnicas como la entrevista, las derivas urbanas o la observación flotante entre muchas otras, dio lugar a trabajos excepcionales sobre el olor, el dolor, el cuerpo en movimiento, etc. que gracias a la creatividad de los y las estudiantes de Bellas Artes me permitió experimentar y reflexionar sobre las posibilidades de elicitación de un sentido como el olfato para el que carecemos de vocabulario específico así como sobre cuestiones representacionales de todo aquello que tiene que ver con el cuerpo y los sentidos.
Y a pesar de lo satisfactorio que me resultaba leer sobre tipologías, relaciones de poder, simbologías sensoriales, no dejaba de encontrarlas, como mi propio trabajo, demasiado descriptivas, una magnífica escritura evocativa que no era capaz de abstraer más allá de cuestiones largamente establecidas.
Y es ahí donde, tras mi paso por la economía, la antropología y los escarceos con la geografía humana, siento que me hace falta leer (y tratar de entender, algo no fácil para alguien que no tiene formación filosófica previa) filosofía. Y llego a la fenomenología de la mano de Sara Ahmed. Y ahí ando. Por si alguien se encuentra también explorando, dejo un pequeño esquema en el que trato de ubicar mis intereses de investigación y poner en relación algunas de las autoras y autores y sus principales conceptos.
Teorizar la inmovilidad desde la antropología
Llamada a propuestas de comunicación para el simposio:
Teorizar la inmovilidad desde la antropología: experiencias, normatividades y articulaciones
Coordinado por Diana Mata Codesal y Fabiola Mancinelli (Universidad de Barcelona) en el 2º Congreso Catalán de Antropología (CoCa). El plazo para el envio de propuestas termina el 31 de agosto de 2021. Las comunicaciones pueden ser en catalán o castellano. El Congreso tendrá lugar en Girona, los días 27, 28 y 29 de enero de 2022.
Este simposio invita a una exploración teórica y empíricamente fundamentada de las definiciones, posibilidades y limites teóricos de la inmovilidad como concepto. A partir de una mirada relacional y situada en la actual fase capitalista, el simposio plantea que existe una tensión dialéctica, basada en diferenciales de poder, que aúna la movilidad y la inmovilidad, constatando que de la misma forma que el ser móvil tiene significados diferentes según las personas y los lugares, las comprensiones de la inmovilidad también son complejas y dinámicas. Para ello invitamos contribuciones etnográficas que muestren el rango de experiencias que puedan tener cabida bajo la etiqueta de inmovilidad dado que tradicionalmente esta ha sido definida en negativo, como la ausencia de movilidad. Estamos especialmente interesadas en aquellas propuestas que presten atención a 1) procesos de significación asociados a la inmovilidad; 2) sistemas de atribución de derechos que establezcan quién está autorizado o no a qué tipo de inmovilidad; así como a 3) las articulaciones existentes que engarcen la inmovilidad con situaciones de movilidad, con distintas intensidades y a distintos niveles y escalas.
Petricor, el aroma de la lluvia
Las medidas de distanciamiento físico implementadas para contener la transmisión de la covid y el uso de mascarilla han supuesto un cambio brusco en el régimen sensorial de muchas de nosotras. La sensorialidad de nuestro día a día se ha visto abruptamente modificada, llevándonos en ocasiones y sobre todo al principio a un malestar corporal, un no saber cómo comportarnos, que se sentía en el cuerpo. ¿Os acordáis de cómo os sentíais al no saludar o despedirnos sin darnos besos, abrazos o apretones de manos? La inicial incomodidad corporal era consecuencia del cambio abrupto en un ritual corporal que teníamos internalizado, que nuestro cuerpo sabía y hacía sin pensar. La extrañeza ponía de manifiesto todo ese saber no articulado y difícilmente articulable que reside en el cuerpo (como montar en bicicleta) sobre el que de repente debido al cambio rápido impuesto adquiríamos consciencia.
Los sonidos de la voz humana se amortiguan con la mascarilla, quienes llevan gafas con la mascarilla sin lugar a dudas ven limitada su visibilidad, a través de las gafas enteladas con el aliento los colores seguramente se perciben menos brillantes, el sentido del tacto, fuente de placer se ha convertido ahora en una fuente de riesgo a evitar. Hace poco salía un artículo periodístico que apuntaba a la importancia del tacto en la sociabilidad humana (podéis leerlo aquí, esta en inglés).
Pero sobre todo el olor se ha visto modificado. La mascarilla añade una capa sobre la nariz y limita un sentido al que normalmente no prestamos mucha atención a pesar de su ubicuidad (o tal vez por ella). De hecho hay muy pocas palabras en el idioma español para definir específicamente un olor. Tenemos que recurrir a comparaciones “huele como o huele a”. Si lo comparamos con la ingente cantidad de palabras para definir colores es muy fácil situar la importancia que le damos a lo visual y a lo olfativo en nuestro contexto.
Petricor es una de las pocas palabras que existen en castellano para hace referencia directa a un olor, el olor de la tierra mojada después de llover. Petricor, el aroma de la lluvia, término que proviene del griego, petra-piedra y ikhor-líquido que fluye por las venas de los dioses[1]. Recuerdo ese olor, el olor de jara mojada cuando abríamos rápidamente las ventanillas del coche al llegar al pueblo castellano de mi madre para las vacaciones en verano. Probablemente nunca, o muy pocas veces olí físicamente ese olor, ya que agosto en Zamora no suele caracterizarse por lluvias. Ese es uno de los atributos del olor, su capacidad para emanar, re-crear experiencias pasadas de una manera sensorial. La famosa madalena de Proust.
Otra lluvia memorable tuvo lugar a muchos kilómetros de distancia, con un océano de por medio, en los Andes ecuatorianos en la estación seca, cuando tras muchos días se sequía en la que llovían cenizas debido a las quemas de los restos de la caña de azúcar tras la zafra y sin agua corriente, de repente empezó a llover muy fuerte. Ha sido sin lugar a dudas el petricor que más me ha gustado, y la mejor ducha de mi vida!
[1] Aunque para ser precisas, hay que decir que es una invención lingüística hecha por geólogos en la década de 1940, originalmente en inglés pero actualmente en consideración por la RAE para ser includia en el diccionario.
Crisis y sentidos de injusticia
Acaba de salir publicado el libro editado por Sílvia Bofill y Mikel Aramburu Crisis y sentidos de injusticia : tensiones conceptuales y aproximaciones etnográficas, en el que he tenido la suerte de participar con el capítulo “Luchas por el control de lo escaso en un barrio de Barcelona“.
Partiendo del concepto de escasez, trato de explicar las respuestas locales a las tensiones generadas como consecuencia de formas intensas y, en ocasiones, incompatibles de estar en una plaza de un barrio periférico de Barcelona en un contexto de escasez material (de bienes y servicios de uso público, incluidos espacios al aire libre de acceso abierto no mercantilizados, como plazas y zonas de juego) que tiene lugar en un espacio de escasez simbólica o falta de reconocimiento (Fraser, 2000). Esta falta de reconocimiento es consecuencia del estigma territorial que ha acompañado tradicionalmente a este barrio y a sus habitantes desde la génesis en su forma actual con la llegada de gran número de migrantes internos a Barcelona en las décadas posteriores a la Guerra Civil.
En el contexto de polarización económica generado por la crisis y el desmantelamiento de las escasas redes de apoyo social del estado de bienestar en España en general y en Cataluña en particular (los recortes sociales fueron más intensos que la media estatal y en 2017 era la comunidad autónoma que mayor proporción de recorte en gasto social y sanitario mantenía), la competencia por recursos cada vez más escasos entre los sectores en la parte baja de la estructura social se percibe por muchos de estos grupos como la única estrategia para asegurarse el acceso a alguno de los pocos recursos todavía disponibles. Esa misma competencia y las lógicas de los juegos de suma cero avivan los sentimientos de injusticia cuando no se produce el acceso a los recursos disponibles o cuando, aun accediendo, estos son insuficientes (Aramburu, 2020: 208).
La escasez y el recurso preferencial a la competencia como mecanismo de reparto de la misma se apoyan en lógicas clasificatorias que dividen a sujetos y grupos en merecedores y no merecedores. El merecimiento es una pieza clave de la llamada economía moral del neoliberalismo. Como argumentan Aramburu y Sabaté (2020: 98), los juicios sobre el merecimiento de alguna persona o grupo de personas son a menudo juicios sobre derechos. En el caso etnográfico que nos compete nos encontramos con un grupo de vecinos antiguos que reclama derechos sobre las escasas plazas y espacios al aire libre de acceso abierto del barrio, en concreto, el derecho a determinar las maneras correctas de comportarse en estos lugares. Este grupo de vecinos está compuesto por personas de edad avanzada con unas demandas específicas de uso sobre la plaza que son, por lo general, diferentes de las de otros grupos generacionales (frente a, por ejemplo, la necesidad de espacios para jugar a la pelota de los niños, estos vecinos mayores requieren de espacios para salir de casa y descansar tranquilamente, lo que genera tensiones por las formas de estar en la plaza). Buscan en definitiva establecer los comportamientos adecuados e inadecuados en la plaza y, de esa manera, marcar quién merece estar en la plaza, cuándo y cómo. Para ello aplican la terminología del in/civismo como forma localizada de la gramática del merecimiento, que permite dividir a quienes se encuentran en la plaza entre cívicos e incívicos.
Vigilant Immobility
At the end of 2018, I was challenged to think about waiting (you can see it here). I had no idea of how premonitory that would be. At that time, I argue that it could be fruitful to think beyond the «waiting for» perspective. My aim was trying to figure out how «waiting with» could change our experience of waiting. We live in a society that depicts itself as always in movement, 24/7 as something good. We got the imaginary that if we don´t move, we get stuck. Movement, speed, motion… all mottos of our time. We live projecting forward, the future as the most important time. Doing things, or not doing them, for the sake of the future, we keep on investing for the future… This, often individualistic, linearly progressive inclination prevents us from looking around, for inhabiting the present.
However, the possibility of “waiting with” is increasingly becoming not accessible for most people, as more and more we are forced to engage in what I call «stressful waiting». In a sort of alert stasis, many people -being asylum seekers on-premises waiting to file their asylum claim, migrants waiting for the right time to bodily cross the border, unemployed workers waiting for the phone to call- live in a state of «vigilant immobility». Long waiting periods alternated with short windows of opportunity demanding an immediate response. It creates the need to be in a state of constant alert while waiting, with no information about when or how the chance to act or move is going to arrive, or even if it will ever come up. The temporal horizon is variable, running from hours to years (in some cases comprising even more than one lifetime).
Pandemia y cuidado
Comencen les jornades de reflexió sobre la cura, como element polític i social, al Palau Macaya amb la Dolors Comas d’Argemir, de la Universitat Rovira i Virgili, la Sílvia Bofill, de la Universitat de Barcelona i la María Ángeles Durán. En aquesta primera sessió (dijous 21 a las 18.30h) tindrà lloc la conferència inaugural de les jornades de reflexió orientades a avançar cap a la democratizació de la cura. L’emergència sanitària generada per la COVID-19 ha posat de manifest la fragilitat de la organització social de la cura i la necessitat de situar-la al centre del debat social i polític per afrontar els reptes de l’envelliment de les nostres societats.
És una activitat presencial (amb totes les mesures de seguretat), gratuïta, però amb reserva prèvia que podeu fer aqui:
https://palaumacaya.org/ca/p/pandemia-i-cura_a13804241
Care as method
I am happy to participate in the workshop “Care as Method” taking place within the Conference “Geographies of Care“. I am looking forward to thinking and discussing with colleagues about the opportunities and challenges of care as method in social research.
The idea of caring (in) Academia is exciting but with care becoming a fashionable and mainstreamed term, I feel we need to remain alert about the risks of care becoming a buzzword, emptied of all its complex, relational and revolutionary elements. An example could be the issue of self-care, and how it is used sometimes in the individual(ized) entrepreneurial logics of the self in neoliberal Academia. (e.g. universities providing mindfulness and yoga classes) signals clearly this trend. To avoid these risks, I consider necessary:
- To acknowledge all the previous work calling for a more caring Academia, many of which has been made by female (feminist) geographers: Martina Caretta, Victoria Lawson, Lisa Mountz… There is also relevant work on this by researchers using participatory methods and (feminist) anthropologists.
- To problematize current calls to an “ethics of care” which do not address, previously or simultaneously, the way care is organized, the so-called care work. If demands for incorporating care in the way neoliberal university functions do not deal with structural issues, we are falling again into the tramp of offering individual solutions to structural problems. This will also increase the gap between established researchers who can afford to care for students and colleagues and those in precarious positions. Care takes time, effort and know-how, and if it is to be included into the way things operate within university, we cannot advocate for scholars to do it on their own. It is tremendously unfair to ask colleagues to be more caring with their students and in their virtual teaching for instance, when those colleagues may be pressed by caring demands of dependants at home, not been provided with internet or PC facilities by their universities, and the tenured-clocked not stopped during lockdown, among many other things. This way, scholars are asked, or expected, to do even more of what they were already doing without providing extra support (in terms of extra payment or time for instance).
- Given how care is a feminized activity, it is important to point at the extra burden that asking for more caring relations within Academia may place on female academics. There is evidence that students and colleagues does not treat equally female and male lecturers/colleagues, with for instance teaching evaluations and expectations are gender-biased according to the instructor gender. Female academics are perceived as more easily approachable and often required to provide “care” for their students in a way males not. We need to overcome understandings of care as personal inclination and start thinking about it as a qualified activity that requires time, effort and skills.
- To be aware that a caring university requires a caring society. Caring within Academia does not have to imply a trade-off with caring outside Academia, for scholars’ own dependants at home. So, for instance, taking care of dependants in a lockdown time, would not have negative impact on the academic career.
COVID, cuidados y procesos
Recibo estos días constantes invitaciones a participar con reflexiones, apuntes y notas sobre la situación de confinamiento debido al COVID-19 en la que nos encontramos. Veo académicos (habitualmente hombres) aprovechar estos momentos de cuarentena para poner en marcha interesantes proyectos de recolección de datos sobre lo que está pasando. A mi inicial malestar y auto-cuestionamiento sobre mi aparente falta de capacidades organizativas que hacen que no sea capaz de normalizar una situación excepcional y que se traducen en la absoluta imposibilidad de seguir trabajando como si nada en mis tareas académicas y docentes a la vez que cuidado de mi hija de dos años encerrada junto a mi en casa, le acompaña cada vez más la certeza de que volvemos a olvidar que cuidar es absolutamente imprescindible y que cuidar requiere tiempo, esfuerzo, presencia y saber hacer.
Cuidado por los y las estudiantes a quienes doy clase, con el consiguiente esfuerzo emocional y de tiempo necesario para recoger y acomodar sus necesidades en este momento.
Cuidado por las necesidades básicas de mi hija (ir a comprar y hacer la comida para alimentarnos, mantener niveles de orden y limpieza vivibles, dormirla, y otra miríada de acciones necesarias e invisibilizadas) pero también de su bienestar emocional en una situación que es especialmente dura para una niña de dos años que de un día para otro deja de poder salir a jugar al parque.
Cuidado por las compañeras y colegas en las que estoy en proyectos y que están pasando por momentos vitales duros.
Cuidar requiere estar, es puro proceso.
Si hace tiempo aprendí a desconfiar de currículums desproporcionadamente brillantes (y es cierto que he conocido personas que tienen esos currículums y no practican ninguna de las prácticas despreciables de abuso y pillaje con las que inflan sus méritos), esta crisis me está enseñando a repensar qué puede (o no) haber detrás de quienes rápidamente son capaces de proponer reflexiones sesudas e iniciar proyectos interesantes. Y si están para eso, ¿para qué no están? ¿A quiénes no están cuidando? No es baladí la cuestión. De hecho toca los cimientos mismos de un sistema que se basa en el resultado sin importar los procesos. En el finalismo del capitalismo que busca producir más y más barato sin importar cómo se lleve a cabo esa producción. En la academia que se guía por número total de publicaciones e índices de impacto y que es incapaz de incorporar medidas sobre el cómo se ha desarrollado la investigación en la relación con las personas con las que trabajamos, dentro y fuera del mundo académico. A mi el “qué” cada vez me dice menos sino va acompañado de información sobre el “cómo”. Cada vez estoy más enfocada en los procesos. Porque si lo pensamos, no hay objetivos en la vida, en el fondo, esta es única y exclusivamente proceso.