¿Qué significa participar?

En el marco del congreso anual de la Asociación de Estudios Latinoamericanos en Barcelona-LASA2018 (del que tengo bastantes críticas que hacer pero que dejaré para otra ocasión) junto con Yvonne Riaño de la Universidad de Neuchatel, organizamos un espacio de encuentro para quienes tenemos interés en las metodologías participativas.

photo_2018-05-26_10-58-01Riaño, Y. (2015) Minga biographic workshops with highly skilled migrant women: enhancing spaces of inclusion. Qualitative Research 16(3).

Ya desde Paulo Freire en la década de 1970, este tipo de metodologías han sido aplicadas y puestas en valor en América Latina. Por comparación, en Europa las metodologías participativas aparecen aún de manera muy marginal en la investigación social, generalmente como corolario de proyectos más amplios y con una tendencia a ser aplicadas por sujetos que se encuentran en la periferia académica por cuestión de rango (personas en los inicios de su carrera académica), situación geográfica (académicas en países del sur de Europa) y otras variables demográficas entre las que destaca el género (en mi experiencia la mayor parte de estos proyectos son llevados a cabo por mujeres académicas). Sobre estos temas en concreto hablaremos en unas semanas en el Congreso de IMISCOE 2018 también en Barcelona.

El panel doble sobre Participación y Métodos Participativos en la Investigación Latinoamericana fue para mi una experiencia realmente enriquecedora que  permitió compartir con personas de disciplinas tan distintas como la arquitectura, la antropología, la sociología, la geografía humana o la filosofía; y provenientes de contextos como el colombiano, ecuatoriano, uruguayo, mexicano, suizo o español.

Por mi parte, y partiendo del pequeño proyecto colaborativo de los fotopaseos que llevé a cabo en un barrio de Barcelona en 2016, quise poner sobre la mesa los riesgos de utilizar de manera acrítica el concepto de “participación”. En el contexto europeo, diera la sensación de que la participación está de moda, y que incorporar la participación de los grupos con quienes trabajamos en el proceso de investigación generar un extra de validez al proyecto. Sin embargo, parecen evidentes los intentos de cooptar el concepto de una manera casi estética, ya que no se producen los necesarios traspasos de poder. Para que la participación sea real es necesario que se dé un reparto más equitativo de poder en el proceso de investigación. Esto nos impele a reflexionar sobre los grados de participación real en nuestros proyectos, que no necesariamente han de limitarse a participaciones limitadas y muy dirigidas en momentos puntuales de la investigación. La participación ha de implicar la co-determinación no solo del cómo sino incluso del qué. Ese “ceder el control” por parte de lo/as investigadores tiene consecuencias para la práctica académica que hemos de plantearnos. Por ejemplo el dejar de trabajar con preguntas de investigación cerradas y completamente determinadas por la parte académica de los proyectos impide el acceso a las fuentes tradicionales de financiación académica. Igualmente los tempos, tiempos y objetivos de las distintas partes involucradas en estos proyectos generan tensiones que no siempre son fáciles de manejar.

El mejor ejemplo de la tendencia hacia la apropiación acrítica y vaciamiento del concepto de participación es la Citizen’s Science o ciencia ciudadana, en la que los ciudadanos se limitan en la mayor parte de las ocasiones a generar big data, actuando como asistentes de investigación, ni pagados ni reconocidos, en proyectos sobre los que nada tienen que opinar, y mucho menos decidir.

En LASA2018, pudimos hablar de todo esto y plantear la necesidad de reflexionar sobre el concepto mismo de participación. De hecho, participación viene de parte. Podemos llegar incluso a pensar que participantes ya son quienes son entrevistados o forman parte de grupos de discusión, por el mero hecho de “ser parte”. Es esta sin embargo una participación no determinante ni decisoria. Más allá de la incorporación de la participación de manera parcial, dirigida y limitada en el tiempo con el fin de tomar decisiones y que se produzcan “apropiaciones” de proyectos desarrollados lejos de sus principales destinatarios, tenemos que plantearnos cuestiones relacionadas con la propia significación del concepto. ¿Qué significa participar? ¿Quién define qué es participar? ¿Cuál es el coste de la participación? ¿Cuáles son los impedimentos materiales, temporales, organizativos o epistemológicos que enfrentan los procesos realmente participativos?